17/3/08

Uno que entiende

Hasta el próximo muerto - Pablo Alabarces

Hace un año, la muerte de Marcelo Cejas, hincha de Tigre, a la salida de la cancha de Nueva Chicago desató el clásico aluvión de voces desgarradas y desgarradoras: esto no puede seguir así, son bestias salvajes animales irracionales inadaptados locos. Galmarini acusaba a la inacción política, Tinelli reclamaba un castigo ejemplar al club –dos descensos, decía, que se vayan a la C–, Castrilli prometía duras sanciones a los responsables. Olvidaban que Galmarini fue el responsable de Deportes con Menem, cuando los muertos en el fútbol alcanzaban la módica cifra de casi ocho al año; que Tinelli había llevado a la barra de San Lorenzo, la “gloriosa Butteler”, a festejar el campeonato al estudio de Bailando por un sueño, a pesar de que la Butteler fuera la responsable de la muerte de Saturnino Cabrera en la Bombonera y de Ulises Fernández en el nuevo Gasómetro (hace diez años, en un incidente parecido al del sábado).

Y Castrilli, muy especialmente, olvidaba que uno de los responsables, si no el mayor, era él: que desde mayo de 2003 es el titular de un organismo creado especialmente para solucionar exactamente aquello que había matado a Cejas, y que ahora causó dos muertes en doce horas, una en Salta, otra en Flores. Que está a punto de cumplir cinco años al frente de un organismo con poder absoluto en el control y gestión de los espectáculos futbolísticos en la ciudad de Buenos Aires. Que puede reclamar falta de incumbencia sobre los hinchas de Central Norte que van con una 22 a la cancha y que se matan por accidente en la calle –para que la pobre chica no deba engrosar la estadística: pero… ¿por qué los hinchas van a la cancha con una 22?. Pero que tiene que hacerse cargo por lo menos de Fernando Blanco, asesinado por la Federal en 2005; de Matías Cuestas, muerto por pedradas en 2006; de Marcelo Núñez, muerto por balazos a fines de ese año; de Marcelo Cejas, ya nombrado, y hasta de Gonzalo Acro, también en su jurisdicción. Y ahora de Emanuel Álvarez. Seis muertos en tres años. No hay comisario que resista en su puesto este récord. Peor: si tomamos las cifras nacionales, el responsable federal de la seguridad en espectáculos deportivos ostenta 17 muertos en tres años, retomando la línea ascendente del menemismo.

Esta nota no quiere caerle a Castrilli. O solamente caerle a Castrilli. En él apenas se concentran varias de las caras del problema: ignorancia, soberbia, la madeja de las relaciones políticas que hicieron, por ejemplo, que lo confirmaran en el cargo a pesar de su evidente fracaso de los cuatro años anteriores. Pero el fenómeno lo excede. Y los responsables son muchos más, comenzando por la AFA, que siempre negó un problema del que es parte activa: su jefe de prensa, Cherquis Bialo, insistía en que el incidente del sábado no tenía que ver con el fútbol sino con la “inseguridad” –ese fantasma tan oportuno para justificar tanta ignorancia. Y la complejidad de la violencia en el fútbol comienza por reconocer que no se trata de algo excepcional, ocasional, producto de seres también excepcionales: cuando los medios, los policías, los dirigentes deportivos y los políticos insisten en, repito, “bestias salvajes animales irracionales inadaptados locos”, demuestran que no entienden nada. Apenas algunas pruebas: los vecinos de Mataderos lamentándose de los incidentes del año pasado pero remarcando “cómo corrían los putos de Tigre”; las decenas de miles de “hinchas verdaderos” jactándose del aguante de sus hinchadas; la legitimidad comunitaria de la que goza cualquier “pibe de la hinchada”, el descabezamiento inútil de las barras de River y Boca, perpetuamente renovadas porque la oportunidad de pingües negocios permanece intacta. La violencia en el fútbol no es un fenómeno excepcional debido a sujetos excepcionales, los “violentos”: la violencia es la normalidad, la pauta, la lógica que ordena las prácticas, y que explica tanto una chica con una 22 en Salta como un pibe disparando sobre una caravana en Flores –esté o no esté la barra atrás.

Y también: la violencia en el fútbol no se explica por “la inseguridad”, “la droga”, “el clima social”. Es a esta altura un fenómeno autónomo, con reglas y lógicas propias, todo un sistema moral de normas y legalidades y consecuencias que deben entenderse en sí mismas. Y rodeado de una mayúscula hipocresía social: la de Cherquis Bialo besando al Rafa Di Zeo en cámara, la de Tinelli pidiendo sanciones mientras festeja con la Butteler, la de Macri “desconociendo” a la 12 durante doce años; todos ellos reclamando, al mismo tiempo, la “solución” de aquello de lo que son parte.

La renuncia de Castrilli, la intervención de la AFA, parar el fútbol por tres meses son algunas medidas –y deberían ser sólo el comienzo. Pero si no ocurre esta misma semana, significa que nadie quiere modificar nada y que nos sentaremos cómodamente a esperar el próximo muerto.

*Pablo Alabarces es investigador del Conicet, especialista en violencia en el deporte. Nombrado asesor de Castrilli en 2003, renunció al mes y medio.

http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=1097

1 comentario:

SoydeBoedo dijo...

muy buena la nota, real.
Sigan por este camino muchachos, y sumense al esfuerzo del Negro. El blog de Ustedes debe potenciarse con el blog de Negro, con el Quincho. Sumemos!!!!!!
Se necesitan tipos como ustedes.

cuervo68
Miguel