12/3/08

El único

El tipo se llama Eduardo Bejuk e, independientemente de su condición de periodista de Olé, es certificadamente Cuervo. Por eso va su nota, en medio de tanto insidioso que ahora se acuerda del árbitro, de la calidad del rival, de que 3700 metros no es lo mismo que 4000 y que la madre que los parió. ¡A llorar a la iglesia, pelandrunes!

Llorá, Cuervo

Te juro, Dios lo sabe, que estoy llorando. Loco. Feliz. Lloro. Ah, soy periodista. Qué me importa. Lloro. Corro. Me acuerdo de mi viejo. De mi vieja. De mi hermano. De mis amigos. De todos los que me cargaron antes de tiempo porque, pobres, no entienden nada, esto es San Lorenzo, vos que lo sabés desde la cuna, vos que nunca tendrás el privilegio de vestirte de Cuervo y lees igual, de curioso, para saber por qué un tipo grande llora como un nene. El querido Gordo Soriano lo comparó alguna vez (a San Lorenzo) con un sobresalto continuo, un ir y venir de emociones, un palpitar que no te abandona porque ser Cuervo es vivir y morir y revivir y sentirte rey del mundo, sentirte eterno, nos fundó un cura y, mierda que íbamos a estar tristes en el año del Centenario. Dios mío, no paro de llorar, hoy me pongo la misma camiseta que me puse tras cada derrota, porque te seré fiel, te seremos fieles, en las buenas y en las malas hasta el fin. Así nacimos y así seremos eternizados, nunca gané la Copa (ya la ganaré) y soy más feliz que nadie, y lloro, y sueño con la caravana, son las doce y media de la noche y tengo que cerrar este texto mientras lloro, vos festejá por mí, Hermano Cuervo, miralá qué linda viene, miralá qué linda va, nos sobran huevos, nos sobra hinchada, nos sobran motivos para empezar a celebrar los cien años del club que patentó el optimismo, de los que nunca moriremos, a pesar de los años y los momentos vividos. Te amo, Ciclón, y por eso lloro por vos.

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