¿Qué carajo se puede decir que no se haya dicho? El cadáver de un pibe, de un hijo, de un hermano, de un amigo, de un novio, los sueños de una vida están todavía tibios y uno se vuelve silbando bajito, evitando derramar lágrimas que son ajenas, mientras no falta el que pregunta por los puntos, por el calendario, por la clausura de la cancha ...
¡Muchachos, se murió un pibe! Que como único "pecado" a garpar arriba tiene el de haber querido ir a la cancha, o tomado el camino equivocado, o no haber visto el auto, o no haber corrido del tiro. Si no cabe eso en el balero, esta sociedad tiene un problema grave. Si alguno se hizo fanático del fútbol para celebrar muertes, tengan a bien detener esta calesita, que un par nos bajamos acá.
Pensar que hace un rato hablábamos con la barra de amigos con la que nos acodamos juntos sobre las nuevas camisetas, la diferencia en el historial con los fortineros, el concepto de "grandeza" asociado al fútbol y tantas otras cosas que ahora suenan a oprobio ante la magnitud del dolor. Pero, huelga decirlo, cualquier expresión futbolera carece de la malicia homicida.
Los hinchas de verdad no matamos a nadie: a nosotros, esta tarde -otra vez-, nos pegaron un tiro en el pecho.
15/3/08
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