14/3/08

De las medialunas y los populismos sobreactuados

¡Ay, Dios! Inexorablemente, este post va a armar kilombo. Porque "hay cosas con las que no se jode", dirán algunos y acaso tengan razón. Pero el diálogo suscitado en el desayuno de hoy amerita una transcripción lo más fiel posible.

Cuando dos de los presentes arribamos al Pugliese (nosotros sabemos que se llama "Recuerdo", pero qué se le va 'cer), el Gordo Luis despotricaba contra las medialunas de manteca, y desarrollaba su afirmación de que había que ir a Miño (San Juan y Boedo, en diagonal al Homero Manzi), donde -aseveró- "cambiaron de proveedor y ahora son un manjar". El debate carecía de mayor atractivo, pero no por ello fue breve. Ligeramente esgunfiado, el Tano (los nombres serán mantenidos en rigurosa clandestinidad, especialmente los de los "blasfemos") contó que había visto en el blog la foto del piloto de Ferrari con los de Kiss, sobre cuya edad se discutió también largo y tendido. No faltó quien sostuviera, con creíble énfasis, que Gene Simmons festejaba 70 años en el 2008, lo que a algunos nos sonó ligeramente exagerado.

Sin escalas, la conversa fue para el lado de la pregunta que hoy se le había ocurrido a Mati en forma de afirmación "si éste nacía acá, seguro que era Cuervo", dijo el benjamín de la tropa. Pero, como él mismo escribió de madrugada, no se sabía si eso era un dato positivo o un baldón. El Tano, uno de los sempiternos Refutadores de Leyendas sobre los que escribió Dolina, indicó (sic) "Igual que Guido". Preguntado sobre la identidad del aludido, el Tano aclaró que era una joda por el trabuque del Bambi, cuando habló de "Guido Mortensen".

"No, pará, eso es otra cosa", sostuvo Mati, algo incómodo por el parentesco endilgado y por ser el provocador de la discusión. "Ese chabón es un fenómeno gracias al cual San Lorenzo estuvo en la fiesta de los Oscar".

El Tano, que era pie en el diálogo, desarrolló una teoría extensa, cuyos puntos salientes se enuncian seguidamente, a los efectos de sondear a la afición. Según el tipo, había un hilo conductor que hermanaba a figuras tan aparentemente distintas como Figueiredo (ex-presidente brazuca), Cheek, Viggo y el mismísimo Marcelingui: "Todos esos muñequitos -según el Tano, conste- descubrieron un modo sospechosamente eficaz de mostrar su pertenencia a un afecto decididamente porteño, que de carambola les ha servido a sus propósitos políticos, comerciales o vaya uno saber de qué índole. Cuando Cheek era socio del Turco, consiguió que el Diego hablara de su tortuga y la gilada de su camiseta azulgrana, y poquitos le dieron bola a lo que en realidad representaba".

El discurso era mucho (muchísimo) más largo, y enunciaba en algún punto las distintas conspiraciones vinculadas al asesinato de Kennedy, el no-viaje a la Luna y otros detalles ideales para quienes practican la paranoia. Mati se vino con una bronca de la hostia, pero el asunto quedó picando. La mezcla de porteñismo-excentricidad-sentimentalismo de los aludidos ¿es real? ¿está exagerada en la construcción de sus respectivos personajes?

La verdad, parece demasiado. El problema es que la antítesis también resulta ligeramente inverosímil. ¿No?

1 comentario:

Unknown dijo...

Amigo, pongo aquí el mismo comentario que puse en el foro de "DBV":
"la verdadera patria es la infancia", por eso el caso de Viggo es muy pero muy distinto al del sapo de Cheek o al del dictador Figueiredo. No sé qué motivó exactamente a estos dos a hacer pública y notoria su afición por nuestros colores; lo que sí entiendo es que en el caso de Viggo, ese puñado de años que vivió en nuestro país en la etapa que más marcas indelebles deja, la infancia, han sido determinantes para que la pasión azulgrana la siga alimentando día a día, esté donde esté. Es lógico, esa es la marca de su patria, que no es EEUU, Dinamarca o Argentina: es su infancia.
Los felicito por el blog, las notas son muy interesantes. Saludos, Marcelo