26/3/08

El lugar del narrador


Todos tienen razón. Todos. Los productores rurales, que dicen que algunos van a desaparecer con el peaje del 44%. Los piqueteros K, cuando sostienen que esa oligarquía siempre juntó para sí, usurpó las tierras y nunca contribuyó al crecimiento nacional, mientras amasaba fortunas incalculables. De nuevo los del campo, cuando dicen que los impuestos los usan para bancar a los piqueteros antes descriptos y no para construir escuelas u hospitales. Otra vez los de menos recursos, que vociferan que sin la ayuda estatal no tendrían para comer, porque los productores prefieren exportar antes que abastecer el mercado interno. Y así. Hasta el infinito y más allá (Buzz Lightyear, "Toy Story", contemporáneo).

Pero nadie, ni uno solo, busca por un momento salir de su púlpito portátil, para ver qué parte de lo que dice el "enemigo" es atendible. Y la política, con minúsculas, contempla con calculada pasividad hegeliana el kilombo, porque sabe que el croupier siempre pasa el rastrillo. Cuando sale rojo, les lleva a unos; cuando cae negro, embolsa de enfrente.

En algún momento, acaso, alguien advierta la necesidad de construir una sociedad. Porque, aunque los genios de café y/o analistas radiotelevisivos se empaquen en establecer criterios para clasificar la "sociedad argentina", tal entelequia no existe: el suelo de la República lo pueblan infinidad de tribus, sin mayor objetivo que aniquilar a sus vecinos, sin reparar siquiera en el eventual costo de la labor.

El planeta ofrece un variado catálogo de soluciones: Cuba, Estados Unidos, Irán, Suecia, China, Somalia, Uruguay. Sociedades. Los aquí habitantes tenemos pareceres diversos respecto de cada una de ellas, aún entre nosotros. Pero compartimos la certeza respecto de que cada uno de esos modelos permitiría extraer alguna conclusión más sabia que esta carnicería estéril en la que venimos destrozándonos durante los últimos 2,5 siglos.

Si alguien entiende el objetivo, que tenga la generosidad de mandarnos un mail.

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