3/4/08

Uso indiscriminado de la adjetivación

Algunos de los presentes, hemos sido criados en un clima de bastante libertad. Al mismo tiempo, como en todo sector de la clase media, aparecían unos pocos principios rectores, cuya violación acarreaba no pocos conflictos dialéctico-morales. El padre de uno de los contertulios le ha expresado a su hijo, y a quienes solíamos morfar ocasionalmente en el hogar del aludido: "No digas que esa comida es fea, decí que a vos no te gusta". Aunque parezca una sutileza, el precepto sirve: lo que a mí no me gusta, al vecino puede parecerle un manjar. Sin ir más lejos, durante el tipeo del presente texto ya se han producido dos debates referidos a las nueces y a las aceitunas, con protagonistas cruzados.

La fábula viene a cuento de nuestra "herejía" nocturna, por la cual indicamos que el evento de ayer no nos había resultado el mejor. Hemos escuchado y leído una cantidad importantísima de opiniones favorables y algunas menos que compartían algunas de nuestras críticas o exponían otras. Para dejar absolutamente claro el conflicto que -a nuestro juicio- envuelve a la sociedad sanlorencista, el martes por la mañana se produjo el siguiente diálogo entre uno de los redactores y su cónyuge: "- No sabés qué emotiva fue la caravana de anoche (por el 31/3 a las 24 hs.)", "- Yo no puedo creer que quince mil tarados se junten enfrente de un supermercado", respondió impertérrita la perversa en cuestión. La frase anterior nos hiere gratuitamente. Sin el adjetivo, era perfectamente admisible: nosotros vamos; la mina, no. Ella no nos entiende; nosotros felices.

Del mismo modo, ayer alguien dijo que nuestro comentario suavemente crítico (hemos escuchado opiniones mucho más contundentes, cuasi malintencionadas, diría Cristina) nos asimilaba a la condición de "quemeros". ¿Hace falta? Pareciera que no, que alcanzaba con decir "para mí la fiesta estuvo bárbara" o aún "lamento que no hayas podido compartir la emoción que nos produjo a los demás".

Es importante dejar aclarado que este texto no es una defensa de nuestras opiniones. Menos aún, frente a quien se hubo tomado el trabajo de leer las sensaciones allí volcadas. Pero pareciera que este nivel de virulencia al opinar es menos un problema formal y mucho más una cuestión de fondo: no es casual que en San Lorenzo exista tanta gente inteligente, creativa y bienintencionada, y que el producto sea un Club que nos propina más preocupaciones que alegrías. Nos empeñamos en dividirnos más rápido que en compartir o coincidir, aún cuando la afinidad supere al circunstancial disenso.

Ojalá que el clima festivo mejore estas sensaciones, que podamos escucharnos más y combatirnos menos. Para crecer, si se puede.

1 comentario:

norber dijo...

Acabo de comentar en tu otro post y es verdad lo que decis. No comparto en algunas cosas tu opinion pero de eso se trata: de opinar. Las opiniones estan para compartirlas o no, para debatirlas y contraponerlas con nuestra opinion disidente, no para denostarla y agredirla. Si no existieran las opiniones entonces no habria sensaciones, no habria razonamientos y el mundo seria un gran cubo y la vida no tendria sentido. Bueno, me fui muy lejos, yo creo que lo importante y tratar de nutrirnos de las opiniones de todos y construir, tirar para adelante, seguir los postulados de la gente que fundo y transformo en gigante a un club de barrio para volver a ser lo que eramos. Un abrazo y no te amargues por los intolerantes.