6/4/08

Rayos y centellas

No reinaba el optimismo, convengamos. La derrota del jueves, y aún más sus modales, invitaban al confort codificado. La formación mixta tampoco alentaba. Uno de los próceres, que completó en el fin de semana la exacta "sábado a las 10 en Varela-domingo a las 17 en Victoria", disparó en el transporte: "Hoy se destapa Menseguez", sin anestesia ni elementos probatorios que justificaran la afirmación. En defensa del osado, y de algún geronte que quedó en el barrio arropado por la televisión, debe decirse que ambos reivindicaron la actuación del Rayo en el partido ante Lanús, aún cuando muchos habíamos quedado esa noche deslumbrados por la performance de D'Alessandro.

Y el Rayo hizo tres, sin filigranas estéticas, pero demostrando que puede laburar de delantero. Porque las características de ese empleo requieren concentración, obstinación, caradurismo (ahí anda el tal Palermo rompiendo records y paciencias con poco más que eso). Virtudes que hasta ahora, esta fusión de Carranza y el Yaya Rossi no había exhibido, y que hoy tiró al paño con desfachatez y precisión.

Entonces, cuando el libro de esta semana va cerrando, queda un balance nada despreciable. Las dos victorias ante los cucos del Apertura, la recuperación de algunos jugadores y de la capacidad de ganar por otro resultado que el 1-0, arman un "haber" satisfactorio. En el "debe" queda el desdibujado equipo de Ipatinga, que también repunta en la cuenta final por la mano que nos dieron los potoseños al ganarle al Caracas. En la Copa dependemos de nosotros y de una victoria accesible a un equipo venezolano en casa; en el Clausura ya llegamos al lote de arriba y tenemos un pendiente ante el desflecado Vélez. Si alguien narraba este panorama al concluir febrero, uno firmaba con las dos manos y un pie, así que ahora no la vayamos de exquisitos.

Apostillas: gracias a los que organizan la venta de entradas, a los que diseñaron y remodelaron esa cancha, a los que permiten que un grande juegue ahí, a los que colgaron un millón y medio de banderas para que uno adivine el partido y, en líneas generales, a todos los que acompañan nuestra cotidiana mediocridad.

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